miércoles, 20 de abril de 2011

Limpieza en la cocina para mantener bien conservados los alimentos

Al hacer la limpieza general de nuestras cocinas es especialmente importante lo que respecta al frigorífico y el congelador, donde se mantienen las carnes, aves, mariscos, pescados crudos, etc. 

Este es un buen momento para usar o desechar productos viejos que han perdido su calidad o dañado, como también para limpiar derrames que no se habían detectado antes y deshacerse de malos olores. Limpiar el congelador conlleva hacerlo con cuidado y hasta podría causar nuevos desastres. Por eso pueden seguirse unos pasos sencillos que ayudarán en la limpieza de la cocina, prevenir la propagación de bacterias, y reducir los riesgos de transmisión de enfermedades a través de los alimentos.
Las bacterias pueden transferirse de nuestras manos, tablas de cortar y chuchillos hacia superficies de la cocina. Una limpieza frecuente puede evitar esto, de modo que hay que mantener limpias las superficies, lavándolas con agua caliente jabonosa antes y después de preparar los alimentos. Hay que mantener el frigorífico limpio en todo momento, limpiando inmediatamente los derrames con agua caliente jabonosa y enjuagando.

Si el frigorífico o el congelador desprenden mal olor a causa de alimentos que se dañaron durante una pérdida de electricidad, hay que lavar y desinfectar las repisas, gavetas y bandejas de hielo, como también las puertas y juntas (o sello de goma). Dejar la puerta abierta por unos 15 minutos para permitir que circule el aire. Desinfectar las superficies con una solución de desinfectante para uso alimentario
La propagación de bacterias se produce cuando las transferimos de una superficie a otra (lo que llamamos contaminación cruzada), y puede ocurrir frecuentemente al descongelar o preparar carnes, aves, mariscos o pescados, crudos. Hay que tener en cuenta que cualquier bacteria que podría estar presente en carnes, aves o pescados congelados, puede volverse nuevamente activa durante la descongelación y causar enfermedades si el alimento no se maneja adecuadamente. Se deben mantener las carnes frescas o congeladas y evitar goteos sobre otros alimentos listos para comer o ya cocidos, y de las frutas y vegetales. Para ello cuando se descongela o almacena en el frigorífico carnes, aves, mariscos y pescados, crudos, dentro de un envase o encima de un plato para prevenir que sus jugos goteen sobre otros alimentos.

Así mismo, debe utilizarse una tabla de cortar para carnes, aves, mariscos y pescados, crudos, y otra diferente para los ingredientes de ensalada y para los alimentos listos para comer. Lavar las tablas de cortar con agua caliente jabonosa después de usarlas, enjuaguar con agua limpia y dejarlas secar al aire o con toallas de papel limpias. Las tablas de cortar de material no poroso, como acrílico, plástico o vidrio y las de madera sólida, pueden lavarse en un lavavajillas (las tablas laminadas pueden agrietarse o romperse). Hay que reponer las tablas de cortar que estén excesivamente desgastadas o tengan grietas difíciles de limpiar, en donde podrían multiplicarse las bacterias.

Siempre deben utilizarse platos y utensilios de cocina limpios. Nunca colocar alimentos cocidos en el mismo plato o tabla de cortar que contenía alimentos crudos para evitar esa contaminación cruzada.
A la hora de cocinar, aún cuando el cocinero sea un experto, si no maneja y prepara los alimentos adecuadamente podría permitir que bacterias que causan enfermedades sobrevivan en el alimento. Las carnes, aves, mariscos y pescados deben cocinarse hasta una temperatura interna suficientemente elevada como para asegurar la destrucción de las bacterias que podrían estar presentes. Hay que conocer las temperaturas internas a las que debe cocinar cada alimento que esté preparando. Según el departamento de agricultura americano (FSIS), los cortes de ternera y cordero deben cocinarse hasta 62.8 °C, la carne de cerdo y carne picada 71.1 °C, y la de ave debe alcanzar 73.9 °C. Sería aconsejable disponer de termómetro para asegurarse que alcancen estas temperaturas. Limpiar el termómetro después de cada uso, con agua caliente y jabón. No limitarse a sumerjer el termómetro en agua.

Al calentar alimentos en el horno de microondas: rotar, agitar, y cubrirlos para prevenir partes frías, en donde las bacterias pueden sobrevivir. Si se producen derrames en el horno de microondas, hay que limpiarlos enseguida con agua caliente jabonosa.
Las bacterias crecen a temperaturas entre 4.4 y 55 °C. Enfriar adecuadamente es una de las maneras más efectivas de reducir riesgos de enfermedades a través de alimentos. Hay que tratar de enfriar las sobras y comidas en 2 horas, asegurándose de dividir los alimentos en envases llanos para que se enfríen rápidamente.

Descongelar las carnes, aves, mariscos y pescados en el frigorífico, y no sobre las superficies de cocina. No debe sobrecargarse el frigorífico. 
Al menos una vez a la semana desechar los alimentos perecederos que no se hayan comido. Como regla general: mantener como máximo 4 días los alimentos cocidos; de 3 a 5 días para filetes, asados, y chuletas de ternera y cordero, crudas; y de 1 a 2 días para las aves crudas, carnes picadas crudas y pescados crudos.

martes, 5 de abril de 2011

La inevitable contaminación radiactiva de alimentos tras un desastre nuclear

El devastador terremoto y consiguiente tsunami recientemente acaecido en Japón ha producido cerca de 30.000 muertos y desaparecidos según las últimas estimaciones. Sus consecuencias no se quedan ahí y son por todos conocidos los problemas que han surgido para controlar las fugas radiactivas procedentes de los reactores nucleares de Fukushima, muy dañados por el impresionante desastre natural. Ya se está detectando radiación procedente de esos reactores en lugares muy alejados, a miles de kilómetros de allí aunque en cantidades poco importantes. Es en este sentido interesante el modelo de potencial dispersión de contaminantes elaborado por la Universidad de Colonia (clicar enlace)
http://www.riu.uni-koeln.de/index_e.html


Esto está originando creciente preocupación en la opinión pública por temor a que lleguen al consumidor alimentos contaminados por esta nube radiactiva o por el agua de mar afectada por radionucleidos allí vertidos y dispersados por las corrientes marinas y las migraciones de su fauna. Es evidente que en las zonas geográficamente más próximas a la fuente de emisión es donde mayor concentración de isótropos radiactivos se puede esperar y, por tanto, es en los alimentos allí producidos donde en principio más cantidad de elementos radiactivos se van a acumular. En éste sentido, son bien conocidas las consecuencias que el accidente de Chernobil tuvo sobre el medio ambiente y los productos alimenticios. En el caso de Fukushima se añade la incertidumbre del comportamiento que pueda tener la citada dispersión marina de contaminantes y las no perfectamente conocidas migraciones de especies piscícolas comerciales. Sobre todo teniendo en cuenta que la situación aún está lejos de ser controlada, siendo en cierta medida impredecible, y que se siguen emitiendo partículas radiactivas en cantidades apreciables. Dicen que no es comparable a Chernobil pero está por ver cuál resulta ser finalmente la realidad de la situación.

La entrada de los radionucleidos a los alimentos se produce inicialmente por adsorción desde el suelo o por deposición en las plantas. Posteriormente pueden incorporarse al hombre por consumo directo de estos vegetales o bien de animales o productos de origen animal (especialmente la leche y derivados) que han sido alimentados con pastos o piensos contaminados. Por su parte, los peces (particularmente la microflora acuática) son potencialmente bioconcentradores de radionucleidos, hasta 1000 veces o más en lagos oligotróficos según algunos autores (Winteringham FPW, FAO 1993). Respecto al medio marino, como se ha dicho, se dispone de información menos precisa. No por falta de estudios sino por la complejidad del medio, inherente a su inmensidad.

Los isótropos radiactivos de vida media corta, como el yodo-131, sólo supondrán un problema importante de contaminación de los alimentos cuando los niveles sean altos (por ejemplo tras un desastre). Sin embargo, otros radionucleidos tienen vidas medias más largas, como el cesio-137 y el estroncio-90, incluso de hasta miles de años, como el plutonio-239 que una vez en el medio ambiente puede considerarse como permanente.

El efecto más importante de la exposición crónica a la radiación, que es la que se produciría vía alimentaria, es el aumento en el número de cánceres en la población expuesta en comparación con una población que haya recibido niveles normales de radiación. Experimentos con animales indican que en poblaciones expuestas cabe esperar además efectos mutagénicos y teratogénicos.

Por tanto, una vez producido un desastre como el de Fukushima, solo queda disponer las oportunas medidas preventivas respecto a los alimentos. Así, la Unión Europea (UE) ha determinado el chequeo de entre el 10% y el 20% de cada envío de productos alimenticios procedentes de Japón y producidos a partir de determinadas fechas (Reglamento de Ejecución (UE) 297/2011 de la Comisión http://bit.ly/gMTpoa ). Los límites de tolerancia máxima de isótropos radiactivos en alimentos están establecidos por el Reglamento (Euratom) nº 3954/87 del Consejo http://bit.ly/gEOxqP  y su posterior modificación, el Reglamento (Euratom) n° 2218/89 del Consejo http://bit.ly/eibgOX

¿Son los que deberían ser?