Estamos en otoño en el hemisferio
norte. La mejor época de setas, que con una creciente afición lanza a miles de
personas a nuestros bosques y campos a la caza de esas entretenidas joyas
gastronómicas. Solo el hecho de pasear y respirar ese aire puro compensa la
mayoría de las veces una limitada o pequeña recolecta de setas.
El lado desagradable de todo ello
está en las intoxicaciones que año tras año se producen por el consumo de setas
tóxicas confundidas por setas comestibles. A este respecto, a continuación
exponemos una serie de falsas creencias populares acerca de las setas:
Es falso que las setas venenosas
ennegrezcan las monedas o las cucharillas de plata. El Cantharellus cibarius (Rebozuelo)
las ennegrece y en cambio es comestible. Sin embargo, la Amanita phalloides no
las ennegrece y puede ser mortal.
Es falso que las setas venenosas
pierdan su toxicidad al hervirlas y desechar el agua de cocción. Si bien este
procedimiento podría eliminar en algún caso toxinas hidrosolubles, no tiene
ningún efecto ante especies potencialmente mortales como la Amanita phalloides.
Es falso que al pasar las
serpientes junto a las setas las transforman en venenosas.
Es falso que las setas que crecen
en los tocones de los árboles sean comestibles. Por ejemplo, crecen sobre
madera la Galerina marginata, potencialmente mortal, y el Hypholoma
fasciculare que es muy tóxica.
Es falso que las setas
mordisqueadas por las babosas o por los gusanos sean comestibles. Su
susceptibilidad a las toxinas es muy distinta a la de los humanos.
Es falso que sean tóxicos todos los
hongos que azulean al corte. El Boletus erythropus (mal llamado
mataparientes) y el Gyroporus cyanescens son, bien cocinados, excelentes setas
comestibles y azulean llamativamente.
Amanita caesarea |
Es falso afirmar que las setas
con anillo o volva son tóxicas. La Amanita Caesarea, la Amanita rubescens, bien
cocinada, y un buen número de Agaricus (como los champiñones) son comestibles. Para
muchos, la Amanita caesarea (amanita de los césares) es la reina de las setas
gracias al sabor de su carne.
Es falso que las setas con olor y
sabor agradables sean todas ellas comestibles. Por ejemplo, el Entoloma lividum
presenta un olor harinoso y un sabor muy agradable siendo muy tóxica.
Es falso afirmar que todas las
setas que crecen en los prados son comestibles. La Clitocybe rivulosa crece en los
prados formando “corros de brujas” y es tóxica (suele confundirse con el
comestible Marasmius oreades, conocida como senderuela o senderilla).
Es falso que todas las especies
del género Russula que no pican y tienen carne dulzona sean comestibles. La Russula
olivacea, dulzona y no picante, ha producido numerosas intoxicaciones por
consumirse insuficientemente cocinada.
Es falso que las setas que crecen
en zonas soleadas y arenosas sean comestibles y las que crecen en zonas
sombrías o fangosas sean tóxicas.
Éstas y otras muchas creencias populares son falsas. La única forma de asegurarse si una seta es tóxica o no es que un experto analice todos sus caracteres morfológicos y llegue a determinar la especie. Una vez seguros de qué especie es, y tras consultar un riguroso catálogo micológico, podremos tener la certeza de si es o no comestible.
Y cuidado con los parientes "expertos"...
Éstas y otras muchas creencias populares son falsas. La única forma de asegurarse si una seta es tóxica o no es que un experto analice todos sus caracteres morfológicos y llegue a determinar la especie. Una vez seguros de qué especie es, y tras consultar un riguroso catálogo micológico, podremos tener la certeza de si es o no comestible.
Y cuidado con los parientes "expertos"...